La mirada de un párroco, desde la esperanza y el optimismo. Ésta es la propuesta del autor de estas reflexiones que tendrán una periodicidad quincenal.

sábado, 2 de marzo de 2013

Pequeños (grandes) recuerdos (y XI)


Poco me queda para contaros sobre mi experiencia de recorrer Italia en auto stop. Fueron veinticuatro días cargado con la mochila, en unos años muy difíciles para nosotros, los españoles.

Cuando mi sobrino nieto Adrián se ha interesado por saber de mis pequeños grandes recuerdos, y le he contado algunas de estas experiencias, le cuesta mucho creérselas.

Los últimos días de estancia en Roma fueron inolvidables. Cuando he regresado, y han sido muchas veces, y visito el Vaticano, o bien me paseo por la orilla del Tiber, o me siento en una trattoria del Trastevere, junto a la Basílica de Santa Cecilia, los recuerdos se agolpan.

No os podéis perder esta experiencia de caminar por este barrio, que nació en el lado derecho del Tìber, justo en frente de la Isla Tiberina, con el desarrollo del Puerto de Roma en época romana. En la actualidad sobreviven muchas de sus antiguas calles, con edificios centenarios y entre estos, algunas iglesias paleocristianas, como Santa Cecilia, que todavía conserva restos de la casa de la Santa y en el coro de las monjas los raros frescos de P. Cavallini, San Crisogono, San Callisto y de regreso al centro de la ciudad, podemos hacer una parada para ver la celebre Santa María de Transtevere con sus mosaicos.

Deciros que, por más de mil años, Santa Cecilia ha sido muy venerada en la Iglesia Católica. Una tradición muy antigua dice que pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad.

Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Luego entre Cecilia y Valeriano convencieron a Tiburcio, el hermano de éste, y lograron que también se hiciera cristiano.

Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda. El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que declararan que adoraban a Júpiter. Ellos le dijeron que únicamente adoraban al verdadero Dios del cielo y a su Hijo Jesucristo. Entonces fueron ferozmente azotados y luego les dieron muerte. Los dos santos mártires animaban a los demás cristianos de Roma a sufrir con gusto todos los horrores, con tal de no ser infieles a la santa religión.


En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa (quizás por eso la han nombrado patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. La santa, antes de morir le pidió al Papa Urbano que convirtiera su hermosa casa en un templo para orar, y así lo hicieron después de su martirio. Antes de morir, había repartido todos sus bienes entre los pobres.

En Roma había ya en el año 545 un templo dedicado a esta gran Santa. En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó una estatua en mármol de ella, muy hermosa, la cual se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Está acostada de lado y parece que habla pues viendo los dedos de sus manos nos dice que cree en un solo Dios y tres personas

Quién podía pensar en 1965 que, transcurridos unos años, yo volvería a estar junto al sepulcro de Santa Cecilia, siendo sacerdote y párroco de la iglesia que lleva su nombre en Valencia. Es por eso que quiero terminar este recorrido del viaje, recordando a Santa Cecilia, y hacer presente el agradecimiento a tantos que me ayudaron en este descubrir en mi vida tantas emociones.

El regreso a Valencia, comenzó en tren desde Roma a San Sebastian. Tenía un billete de tren que duraba treinta días, por lo que en el recorrido visite Pisa. Luego en la zona francesa bajé en Lourdes y tras dos días en la ciudad de Bernadette Soubirous, y haciendo noche en la Ciudad Socorro, llegué a San Sebastian. ¿Cómo llegar a Valencia? Me fui al Mercado General, y busque un camión Pegaso, con matricula de Valencia y tras hablar con Jaime, el conductor, y creerse mis aventuras, vi como descargaban la fruta que llevaba, luego fuimos a una fabrica de papel a cargar el camión con unos grandes rollos de papel, que tenia que llevar para la rotativa del periódico de Las Provincias.

En este momento que escribo este final, me llena de emoción el recuerdo de aquel momento al llenarnos de abrazos mis padres, hermano y yo...

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